jueves, 27 de octubre de 2011
Un Tornado
Un hombre se sienta en una piedra, en la cima del mundo, y en un momento se deja caer. Cae, cae, cae, pero no hacia el suelo, no cae hacia abajo, tampoco cae, simplemente está suspendido en el aire, tranquilo, en paz, pleno... El hombre mira hacia abajo, pero no es abajo, es arriba, a los lados, a todos lados, mira dentro de su alma y fuera de ella, ve al mundo, a la vida, ve todo, es todo, se funde con la totalidad del universo y vuelve a su cuerpo, que ya no es tal... recuerda su vida, recuerda un arbol, la brisa, un pajaro, el sol brillante de una mañana lluviosa de verano, siente cada gota de lluvia caer en su cabeza, cada lágrima de gozo caído del cielo correr por su cara, por sus mejillas, y se da el gusto de saborear una gota, dos gotas, cientos, miles, llenarse del torrente, alimentar la sed de la vida, adoptar la vida como tal. Se levanta, camina por la lluvia, siente el pasto bajo sus pies, siente las raíces, la tierra, el pulso de la vida cada vez mas apresurado, rapido, rabioso, horrible. Recuerda, recuerda... ser un hombre atrapado en una caja, una caja junto a muchas otras, una sobre otra, bajo otra, a los lados, el llanto y los gritos son todo y nada, nadie grita ni llora, no hacia afuera, hacia adentro. El no... el llora y grita con toda su voz y todos sus sentidos y rompe su caja. Mientras llora llega hacia el fin del camino, a la Gran Puerta, aquella que se nos abre pero no queremos abrir, aquella que nos ofrece todo y nada, que nos dice si y no, pero no es la Gran Puerta la que nos lo impide, sino la pequeña aprisionada en nuestro pecho. El se decide, mira hacia atrás y no hay nada, mira hacia arriba y no hay nada, mira a los lados, abajo, derecha, izquierda... nada, solo el frente a la Puerta. Siente el vibrar desde la planta de sus pies, recorriendo sus piernas, su sexo, su cadera, subir por su espalda, moverse hacia sus manos, y en un súbito golpe, un grito de existencia rompe por su garganta y la Puerta se abre. Ahora puede hacerlo todo, el verde y azul se funden al blanco de sus ojos, le dan color, le muestran todo. Ahora puede sentarse bajo un arbol, caminar por la tierra y lanzarse desde la cima del mundo, sin miedo, ya nunca más...
martes, 25 de octubre de 2011
sábado, 22 de octubre de 2011
viernes, 21 de octubre de 2011
Perfect
Perfect - Smashing Pumpkins
jueves, 20 de octubre de 2011
Cuando pase el temblor
La tierra y el cielo se movían al unísono, las exclamaciones e improperios iban y venían, mientras los jadeos luchaban por escapar. No se quién era la que se movía, pero tratábamos de terminar esta loca empresa antes de que todo se viniera abajo. En un momento todo terminó, cerré los ojos, sentí el ron en mis venas y el reloj de la muerte aceleró su marcha atrás.
lunes, 17 de octubre de 2011
viernes, 14 de octubre de 2011
Al vapor
jueves, 13 de octubre de 2011
martes, 11 de octubre de 2011
Un clavo y una vuelta
lunes, 10 de octubre de 2011
viernes, 7 de octubre de 2011
jueves, 6 de octubre de 2011
miércoles, 5 de octubre de 2011
Y así...
"... tras él, desesperadamente, pero no pude alcanzarlo. No importa, ya vendrá otra micro"
El Último Pasajero
“Nah’ mi cabro, no se urga, si too en la vida pasa, incluso la misma vida. Uté no sae cuando le llega la pálida y ¡zaz!, le arranca el cabro chico de las manos y se lo lleva onde tatita Dios”
Un leve temblor en la voz me hizo tiritar el corazón. “Muchas gracias mijo, que Dios lo bendiga” y se bajó en el paradero.
Ya van dos meses y lo he visto crecer, antes era un simple cantante para mí, pero últimamente hemos trazado cada vez más palabras simples, pequeñas conversaciones cotidianas. Tiene 51 años y le dicen “el uñeta”, siempre toca con una guitarra remachada y vieja y su voz ronca y rasposa que le da algo de gracia a ciertas canciones. Aún puedo recordar el último día que lo vi. Fue en el paradero 14 de la Gran Avenida. Ya era de noche y me pareció raro que aún estuviera cantando. “Hay que juntar lo último compare, mañana me voy a la playita con mi mujer pa pasar unos días relajados”. Disfrutaba “Era en Abril” cuando abordó por la puerta de en medio un joven con claras intenciones. Sacó un cuchillo carnicero de su polerón y nos amenazó a todos para entregarle nuestras pertenencias. Me puse pálido, pensé en mi mamá, mis hermanas y mi polola. Y en ese momento solo pude oír un grito de mujer, una frenada, un guitarrazo y un suspiro que se me quedó grabado en el alma.
Aún llevo una astilla que me recuerda que un simple desconocido que alguna vez miré con desprecio fue capaz de salvarme.
Ahora se sube un cabro que toca armónica super lindo, y nunca olvido darle cien pesos y una sonrisa.